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El tejido fascial

Las fascias pertenecen al grupo de los tejidos conjuntivos o conectivos, presentando diversas formas a lo largo de todo el cuerpo humano. Se considera a este tejido como “el órgano de la postura”, debido a su importante función de sostén y sobre el movimiento corporal.


El tejido conectivo presenta una gran versatilidad como tejido, es elástico, flexible y resistente a la vez, siendo capaz, por su composición, de mutar y transformar su aspecto dependiendo de la localización y la función que desempeñe en cada lugar (figura n.1). Interrelaciona y conecta el resto de los tejidos, órganos y estructuras del cuerpo, permitiendo con su flexibilidad la movilidad que éstos requieren, proporcionando sostén y fijación al envolverlos y ocupar los espacios entre ellos. Las fascias contienen células vivas que tienden a incrementar la masa fascial como respuesta al esfuerzo.


Figura nº1



El tejido conectivo constituye un elemento estructural del aparato locomotor. En la musculatura, la parte activa de un músculo se encuentra envuelta en pequeñas cápsulas fasciales, las cuales se extienden más allá del núcleo celular, y convergen para formar los tendones (figura n.2 y n.3).

Figuras nº2 y nº3


Además, la totalidad del músculo entero está revestido por otra envoltura fascial más superficial que se extiende para juntarse con las fibras del tendón. Este tendón conecta el vientre muscular al hueso, uniéndose al periostio, que es la fascia que envuelve al hueso, para formar un fuerte anclaje del músculo en el hueso (figura n.4).

Figura nº4

Así mismo, los ligamentos, que también forman parte del tejido conectivo, conectan dos o más huesos en una articulación. Igual que los tendones, los ligamentos forman una estructura continua con el periostio y, por tanto, crean conexiones extraordinariamente fuertes, asegurando una gran estabilidad a las articulaciones.



Figura nº5

Como ya hemos dicho más arriba, la función de las fascias es fijar y sostener. En un cuerpo activo y bien alineado esta función suele proporcionar protección y estabilidad. Pero un exceso tensión, sobreuso, etc. en una zona del cuerpo puede provocar una restricción del movimiento, esto hará que la fascia cambie su estado y se deshidrate, volviéndose menos elástica. Quedará también reducida o bloqueada la capacidad de deslizamiento entre tejidos propiciando la creación de una fijación de la miofascia con los tejidos adyacentes, dificultando el normal funcionamiento y la interacción con las estructuras colindantes, distorsionando el equilibrio tridimensional en toda la red fascial y forzando al esqueleto, y a los diferentes segmentos corporales, a una posición que impedirá el óptimo alineamiento corporal.



El hecho de que las fascias pueden adherirse entre sí, y puedan cambiar su forma, significa que poseen plasticidad. Y es esta plasticidad la que permite que, mediante la aplicación del masaje adecuado, las adherencias puedan ser eliminadas y las fascias puedan volver a recuperar su forma y estado óptimos. Esto llevará a la persona hacia una estructura equilibrada y con un aparato locomotor libre de restricciones y molestias.

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