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Cambia tus actos y cambiará tu vida (Conciencia corporal parte 2)

En esta segunda parte del artículo dedicado a la conciencia corporal voy a hablar de mi propia experiencia.


Desde el momento en que entendí que es muy importante habitar el propio cuerpo, vivir ha pasado a ser un experimento fascinante, pues cada circunstancia es una oportunidad de conocerme mejor; de cómo me muevo, cómo reacciono, qué hábitos tengo.


Al principio fue complejo mantener la presencia corporal. El objetivo es el propio tomar conciencia, los resultados ya aparecerán por sí solos a medio y largo plazo. Es preciso entrenar a la mente a centrase en el cuerpo, a relacionarse con él de otra forma, y no es fácil, pues nuestros hábitos y la fuerza de nuestro entorno empujan en dirección contraria.


Me centré en sentir mi cuerpo desde la fontanela del cráneo hasta la planta de los pies. Muy pronto me sorprendí en las posturas y haciendo los gestos más insospechados en los lugares más inesperados; torciendo el pie en la cola del pan, adelantando mucho el cuello en el trabajo, encogiendo los hombros en la cama, comprimiendo el diafragma en el sofá, etc.


[endif]--Aquí empecé el trabajo concreto sobre mi persona; con esa gran cantidad de información que súbitamente había emergido al consciente, empecé a corregir las posturas constantemente, con paciencia y constancia. Me sentía como un niño que aprende a moverse. Procuraba no juzgar mis patrones que se repetían como si de un mismo cuadro se tratara, pero ambientado en distintos paisajes.


Fue sorprendente ver como al poco tiempo me acostumbré a hacer las cosas con mayor eficiencia y empezaron a ser muy evidentes los torpes gestos que aparecían cuando me movía de forma mecánica. También me sorprendió el alcance de pequeños detalles: si apoyaba con firmeza el dedo gordo del pie en el suelo (normalmente lo levantaba un poco), se liberaba mi esternón y mejoraba mi respiración.


Por otra parte, mi mundo emocional se volvió mucho más nítido, se me hicieron muy evidentes mis actitudes, mi forma de reaccionar ante situaciones de las que con anterioridad no hubiera sido consciente. Incluso con el tiempo, pude cerciorarme del abanico de emociones por el que me muevo en mi día a día.


Pude observar como ante situaciones que me superaban, mi cuerpo se bloqueaba, y como mis expresiones, en respuesta a estas situaciones, eran incoherentes y torpes.


Fue duro ser consciente de mis muchas limitaciones, pero también pude reconocer la gran oportunidad que me brindaba este nuevo nivel de consciencia, para comprender mis lagunas e intentar, poco a poco, reconstruir esas zonas inmaduras desde una nueva actitud que aportara mayor madurez a mi ser.


Realizaré a continuación un breve resumen de los beneficios más importantes que me ha aportado incrementar mi consciencia corporal:


  • He aprendido a traer mi atención al momento presente, a lo que ocurre aquí y ahora, por lo que mi mente, poco a poco, se ha ido relajando aportándome mayor claridad mental.

  • He conseguido un gran ahorro de energía física al realizar movimientos con mayor eficiencia y evitando gestos innecesarios o perjudiciales. Siendo mis gestos cada vez más naturales y harmoniosos.

  • Ha mejorado mi salud general al evitar realizar posturas que comprometan a mis órganos y/o articulaciones.

  • Me siento integrado en un todo, mi cuerpo y mente funcionan en colaboración cuidando el uno del otro en una simbiosis que me genera un sentimiento de unidad.


A medida que me he ido introduciendo en la práctica de la conciencia corporal se me ha hecho más evidente la naturaleza de mis actos. Según mi estado interior, estos adquieren diferentes matices. Gracias a este mayor conocimiento he podido dar un nuevo valor a cada uno de mis gestos, procurando que muestren una mayor harmonía.


Concluiré este relato afirmando que vale la pena hacer este esfuerzo, pues como afirmó el sabio, nuestros actos cotidianos marcan nuestras vidas.





Cuida tus actos porque acabarán formando tu destino, y tu destino, será tu vida.


Mahatma Gandhi

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